Un placer, un lujo, poder estar una mañana de verano con alguien que te acompañe por el Museo del Prado explicándote detalles y salas con gran dosis de paciencia, delicadeza y sabiduría, mostrando una nueva mirada para cautivarte con pinturas de los primitivos Holandeses. Los rincones secretos del taller del pintor, las claves iconográficas. Un lugar para aprender y para mirarse y encontrarse. El Prado nunca defrauda, pero de esta manera es inigualable. Grazias S.
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