Un estadio ya legendario que desaparece. Hace ya muchos años se demolió Atocha, hermano en su tamaño. Con esas gradas acogotando al visitante y aupando al local. Campo encajonado entre edificios. A lo británico. Embarrado y coqueto. Dos historias que se mezclan cuando la Real gano aquellas Ligas con Satrústegui, Zamora, Alonso padre y Arconada entre otros y los Leones sacaban las gabarras en los ochenta para celebrar con Clemente triunfos similares. Junto a San Mamés hay un pequeñísimo bar con una foto histórica: Yashin la Araña Negra, Zamora el Divino e Iribar el Chopo, izando a la vieja, el mejor trofeo del futbol. Allí se han visto memorables partidos de Liga, Copa, o Liga de campeones. Pichichi, Zarra, Bata o el gamo de Dublín Gainza, que lejos de la Catedral, en Lezama sacaba una botella del frigorífico para brindar cada vez que terminaba la Liga y el Athletic Club se mantenía en Primera. Le tachaban de derrotista. Como si la tabla respetara a los más viejos de la Liga. Bien sabía que otros grandes han caído a 2ª División o más abajo…
En la Catedral se jugaron partidos con nieve, por la mañana, o a la hora del café. Por allí han corrido cientos de jugadores. Txutxi Rojo, Salinas o Guerrero.
Se enfrentaron los leones y los txuri-urdines, en diferentes coyunturas viviendo tardes de transistor-carrusel, bocata y vino. Tardes de emociones y cardiología, golazos, paradones, estilistas, pundonor y entradas criminales a los tobillos de los arietes y extremos veloces.