Hablando con mis amigos J y V en
Madrid, el otro lunes, ellos recién llegados de la Buda Pest para mí descrita y
soñada a través de los libros del gran Sandor
Marai, me hacían caer en la cuenta de que yo he visitado varios cementerios
en busca de su belleza o de tumbas de algún escritor@-pensador@ o a secas famoso.
Rememoraba la húmeda y decadente Venecia con E. Pound y Brodsky en el Cimitero
di St Michele.Y en París a Jim Morrison y Oscar Wilde nunca solitarios siempre
rodeados de seguidores;O mas recientemente en un pequeño y hermoso cementerio de Berlín encontré a B. Brecht junto a Hele Weigel…
Pero no, no fui a Venecia para visitar la escondida tumba de estos poetas. No
lo hago de manera premeditada, muchas veces al llegar a una ciudad o pueblo,
paseo junto a las tapias de algún camposanto y allí entro o no, encuentro,
medito, escapo o fotografió. Es verdad que en ocasiones son tétricos y de un
mal gusto que espanta.
Pero no son siempre los cementerios son lugares
feos. No podríamos decir esto de esos cementerios judíos del centro de nuestra vieja Europa.
Suelen ser “emboscados” , amplios,
silenciosos. Encuentras inscripciones sorprendentes, fragancias, piedras
llegadas de muy lejos, retratos de hace casi cien años. En ellos podemos leer,
soñar, y caminar para olvidarnos y re-encontrarnos.
Cees Nooteboom y la
fotógrafa de Simone
Sassen , viajaron por todos los continentes, peregrinaron a donde reposaban
sus “muertos amados” para dialogar, fotografiarlos y ofrecernos el libro
“Tumbas de poetas y pensadores”, en Ediciones Siruela, Debolsillo.
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