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lunes, 5 de mayo de 2014

Portugal





Pasear por las empinadas cuestas de Lisboa, entre los tranvías,
amenazando lluvia desde ese cielo de nubes pintadas por Velazquez.
Oler el café y querer abrazar con las manos vacías los poemas de
alguno de los múltiples heterónimos de Fernando Pessoa
que encuentras por los diferentes barrios de la ciudad de la luz.
Sus miradores y sus atardeceres.
Los barberos te saludan al pasar,
sin duda no se equivocan, te conocen,
conocen a todos los forasteros que llevan prisa y gabardina
intentando leer un periódico a la vez que toman un café.
Los jardines, las callejas, el infinito divisar de la ciudad.
Nunca me siento turista, me siento uno más de los habitantes de este barrio de mi alma.
Escucho a Luis Pastor y a Jose Saramago.
Es 25 de abril y los claveles vuelven para siempre.
Rojos. En solapas y en mochilas encienden la mañana de la libertad.
Hasta pronto.
Muito obrigado




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